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Cuerpo y performance en la antropología visual - Ponencia de Pedro Ovando

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Cuerpo y performance en la antropología visual
Ponencia de Graciela Henríquez Escobar
Ponencia de Pedro Ovando
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Performance: la contradicción de la imagen

Pedro Ovando

La repetición sustrae el centro y el lugar [...] La clausura de la representación es el límite circular dentro del cual se repite indefinidamente la repetición de la diferencia. J.D.

Irresuelto, turbio y particularmente dinámico, el concepto de performance se ha infiltrado en las discusiones de la antropología y ha puesto sobre la mesa trayectos disímiles para hablar nuevamente sobre de los límites de la interpretación de fenómenos socio-culturales, sobre el juego de proximidad y distancia en la reflexión sobre la alteridad y ha hecho visible, quizá con mas intensidad que en otras ocasiones, el empalme conceptual entre la antropología, la filosofía y estética contemporáneas.

En este texto quiero ejercitar uno de esos empalmes: el que se entreteje entre los conceptos de representación y presencia y como correlato de estos, la tensión que se genera entre, las nociones de lo visual y lo real. Debo advertir entonces que estas notas están dedicadas a pensar los entrecruzamientos y divergencias que suscita el concepto de performance en algunos de los argumentos de la antropología y la filosofía, y no me referiré sino indirectamente a la Antropología Visual.

Aunque ha sido esta última (la Antropología Visual), quien ha puesto un renovado interés crítico sobre la dicotomía que parece establecerse entre lo real y su representación. Paralelas a las tendencias estéticas contemporáneas como el videoarte (y más recientemente el videoperformance), las etnografías visuales experimentales han mostrado la porosidad de las fronteras discursivas y estéticas a través de la intrusión de la intersubjetividad en la "pretendida" noción de lo real, alterando el estatuto de la imagen como registro o como documento supeditado a la figuración, o a la repetición de acontecimientos culturales cuya naturaleza y complitud aparentemente escapa a cualquier lente.

Pero lo que me parece materia de reflexión en estas exploraciones es que la región problemática que entraña la preocupación por la representación, por las marcas, los registros, las presencias intersubjetivas, se sumerge en el terreno movedizo del performance. Se trata entonces de pensar al performance como un concepto en tensión, paradójico, que desestabiliza dominios conceptuales homogéneos. Acorde con la preocupación de Victor Turner expresada en The antropology of performance, la cual orienta su atención hacia las imperfecciones, las vacilaciones, los componentes incompletos y elípticos del sentido que se despliegan en todo encuentro intersubjetivo1 , pienso que estas particularidad desequilibrante de la performatividad no solo es inherente a los fenómenos culturales sino que también señala la precariedad de los conceptos de presencia, representación y la relación que los dispone como una dicotomía, la cual ha pretendido definir subrepticiamente el concepto de performance.

En otras palabras, quiero mostrar cómo las algunas teorías del performance han tratado este concepto bajo la óptica de la dicotomía real-representación, minimizando con ello su fuerza crítica. De esta manera el performance ha sido pensado como una forma peculiar de represetación unas veces y otras, ha sido confinado al universo de lo perceptual, lo corporal y lo real. Esta manera de inclinar la definición de performance hacia uno u otro polo de la dicotomía, oculta su naturaleza contradictoria y hace difícil un pensamiento sobre el performance como proceso de confrontación de signos y como despliegue de la diferencia. Pero antes de ofrecer mi argumento sobre como el performance desplaza esta dicotomía (real-representación), enunciaré brevemente las posturas sobre las que se afianza esta estructura dicotómica.

Posiciones

Las relaciones que se entretejieron entre la noción de performance y la idea de representación la podemos rastrear en los escritos de Erving Goffman. Goffman se sirve de la metáfora del teatro para describir la dinámica de las interacciones sociales. En su perspectiva escénica de la acción social, la presentación de los individuos entre sí esta mediada por estrategias de construcción de la identidad, y dispositivos de actuación que se actualizan para regular los comportamientos e informan sobre las posiciones, los papeles y las disposiciones de la estructura social. Para Goffman toda interacción social es una escenificación donde "la gente se prepara tras el escenario, confronta a otros al usar mascaras y jugar roles, usa el área del escenario principal para el performance de las rutinas"2 y conforma una representación de si y de los otros cifrada en la elaboración de simulacros. Aquí el performance aparece como el proceso de construcción de las representaciones y los ordenamientos normativos de la vida cotidiana lo cual suprime la complejidad de toda situacionalidad y la emergencia de actos irruptorios que violentan las identidades, los roles y los sistemas regulatorios, consideraciones sobre la performatividad que serán abordadas posteriormente por Victor Turner.
Pero existe otro tema velado en la discusión de Goffman. El vínculo que establece entre acción, representación y performance olvida la dimensión corporal de toda acción. Enunciar al performance como acción nos invita a pensar la intersubjetividad como interacción y afectación de los cuerpos, como presencia incontrovertible de la efectuación perceptiva. En efecto, el performance se ha incorporado a la discusión sobre el cuerpo como una noción que alude a la presencia, a la singularidad de la experiencia y a la construcción de la inmediatez en oposición a la regularidad asegurada por la lógica de la representación.

Entorno a esta crítica a la representación -y en consonancia con las deslimitaciones estéticas del Arte Acción de los ochenta y noventa- emerge recientemente una respuesta frontal que cifra en el acontecimiento vivido la esencia del performance. Para la teórica norteamericana Peggy Phelan, el potencial desestabilizador del performance reside en el carácter corporal, vivo y presente de la ejecución (performativa). Phelan observa en las tendencias del performance art no solo un desequilibrio de los discursos sobre el arte, sino la posibilidad de suscitar nuevos significados que se sustraen a la lógica capitalista gracias a la exploración de los límites de la vivencia corporal. El debate de Phelan, centra su atención en la naturaleza inaprensible de la ejecución performativa, la cual radica principalmente en la materialidad del cuerpo (es decir una especie de realidad incontrovertible), y señala que el énfasis por su construcción incansable esta llena de fracturas y desordenes que nos permiten ver otros cuerpos, vivencias singulares que se enfrentan a las leyes reguladoras de la representación.

El argumento central en el debate que presenta es el de la desaparición. El performance desaparece en su inmediatez, se constriñe a su ejecución singular, contradiciendo la lógica de la representación o de la acumulación, haciendo imposible su codificación como mercancía u objeto de consumo -y esta lógica de la desaparición nos alerta nuevamente sobre la dicotomía entre lo real y la representación que prevalece en las definiciones del performance y que problematiza la relación entre el performance y lo visual-. Esta naturaleza anclada en la materialidad del acontecimiento vivido, nos dice Phelan, rechaza toda tentativa de ser captado por algún método de registro. El video documental, la fotografía e incluso el texto escrito son incapaces de de captar o reproducir la experiencia performativa; todo registro visual de la acción pervierte el acontecer vivido3 , inhabilitando su potencial desequilibrante. En su planteo observamos un rechazo de la tentativa de establecer una discusión que posibilite zonas de interferencia entre el concepto de performance y la dimensión de lo visual (dada su inclinación hacia el orden de lo real en la estructura dicotómica).

Este tipo de argumentación se pliega entorno a la idea de performance como presencia original, irrepetible y justifican posiciones como la de Algyris Giatras quien siguiendo de cerca el debate de Phelan, le otorga al documento (el video uno de ellos) una naturaleza epistemológica distinta e incompatible a la "ontología del performance"4 .

Para el, la única forma de tener acceso al significado autentico y a la complitud del performance es el involucramiento conceptual y corporal del sujeto en la acción (la experiencia no mediada, no reparada, no repetida, originaria). Todo intento de retener o reproducir este encuentro efímero desplegado en la situación performativa fracasa, dada la cualidad ontología que se le atribuye al hecho originario. Los modos de registro, el video, la fotografía o la imagen difieren del original, y parcializan la experiencia total únicamente accesible en la percepción directa, intentan pues representar lo irrepresentable del presente performativo, revivir el momento singular en el cual la interacción perceptual entre los sujetos participantes en el acontecimiento, tuvo lugar.

Aquí ubicamos otra derivación de nuestra oposición principal, real-representación, que se descompone en total-parcial. En el subterfugio de su argumento subyace la idea de que la imagen nos ofrece solo un punto de vista parcial, un ángulo particular e incompleto que nunca logra representar la totalidad del acontecimiento performativo; por ello la imagen no solo es considerada por él como un método inadecuado para preservar el performance sino que pertenece un territorio epistemológico distinto y opuesto al de la performatividad. Siguiendo este argumento podemos concluir que la imagen construye representaciones parciales y el performance instiga acontecimientos totales. Esta concepción esta arraigada nuevamente en una idea de la presencia que no puede tener disrupciones, ni generar diferencias. Por otro lado, es importante señalar que una experiencia performativa vivida tampoco contiene esta pretendida "totalidad" del acontecimiento, todo acontecimiento performativo esta sumergido en la singularidad de los puntos de vista, en la parcialidad y la incomplitud.

El performance y el desplazamiento de la dicotomía R-R

El escrutinio de estas posiciones da cuenta de la afirmación preliminar de estas notas: las concepciones del performance siguen atadas a la estructura compuesta entre lo real y lo representado. Pero existe una fractura en orden de esta dicotomía que algunas nociones de la filosofía contemporánea nos permiten ver y con las cuales quiero despedir este texto.

Comenzaré por abordar la noción de performance como fuerza realizativa (performative force) y su naturaleza aporética. Como lo ha problematizado Jacques Derrida5 , en el interior del acto performativo no esta ausente la operación de repetición (citacional). La situación preformativa, aunque esté enraizada en un aquí-ahora no puede pensarse como acontecimiento singular e irrepetible. Las presencias engendradas en la acción no son presencias plenas, sino que están compuestas por suturas, por reparaciones, por actos repetidos, por enunciados inteligibles. Su posibilidad singular es la repetición. Pero esta repetición no se supedita a la lógica de la reproducción técnica o comunicativa sino a una lógica que liga la repetición a la alteridad (lo mismo produce lo otro), la situación del acontecimiento es transformada en el video y esta transformación no es ni mas ni menos verdadera, sino es un diferimento que reclama interpretación. Para Derrida el movimiento performativo es siempre una re-invención violenta de la situación, una irrupción singular de la diferencia, una fuerza que señala la fragilidad de la norma y del discurso, una "precipitación que actúa en la noche de un no-saber y de una no-regla" .6

Pensar el performance como fuerza realizativa e iterativa desplaza la dicotomía real-representación, puesto que toda acción engendra trayectos interpretativos diferentes, toda acción crea diferimentos, aún las repeticiones, los documentos, los registros de una acción, los videos, las imágenes, los fragmentos son ya diferencias, engendran otras acciones, instaura nuevos enunciados sobre las cosas, lo cual constituye un ejercicio de reflexión sobre la alteridad y establece un dialogo abierto entre las formas de vida.

La posibilidad singular de los experimentos documentales no debe ser vista ya como una forma de representar lo real sino como una provocación que incide en la realidad alterándola, como una incitación a la creación de diferencias, en ello reside su naturaleza performativa. El video produce modos diferenciados de la situación a partir de situaciones previas sin designar ningún lugar originario o significado cerrado a si mismo (lo cual impide la diferencia), este circulo debe ser impugnado, debe ser desestabilizado por la contradicción que habita todo performance.

 

NOTAS

1 Turner, Victor. La antropología del perfomance, en: Geist, Ingrid (comp.) Escuela Nacional de Antropología e Historia, México 2002. pag. 110
2 Turner, Victor. La antropología del perfomance, en: Geist, Ingrid (comp.) Escuela Nacional de Antropología e Historia, México 2002. pag. 106
3Diana Taylor y Marcela Fuentes (comp.) Lecturas avanzadas en estudios de performance. Fondo de Cultura Económica. México ( en prensa). pag. 2
4 Giatras, Argyris. How might performance be seen to challenge the epistemological promise of the document? 2000. pag 1 a 4
5Derrida, Jacques. “Firma, acontecimiento y contexto”, en: Márgenes de la filosofía. Madrid, Cátedra, 1998, pp. 347-372.
6 Derrida, Jacques. Fuerza de Ley. El fundamento místico de la autoridad. Madrid, Editorial Tecnos, 2002, pag. 61

 

 

 

 

 



 

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