"Relatos desde el encierro" de Guadalupe Miranda

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Relatos_desde_el_encierro"Relatos desde el encierro"

Dir. Guadalupe Miranda

México, 2004, 78 min.

Segundas Jornadas de Antropología Visual, 2006.

Un documental de la realizadora mexicana Guadalupe Miranda sobre la vida de las reclusas de un penal del Estado mexicano de Jalisco.

'Relatos desde el encierro' cuenta la vida en el penal de Puente Grande, Jalisco, donde las presas dan testimonio de sus vidas y hablan de la experiencia emocional del encierro carcelario. Desde su intimidad reflexionan sobre la condición humana, la supervivencia y el concepto de libertad. La cárcel alberga a las detenidas quienes parecen organizar la vida rutinaria y cotidiana a su manera.

Entrevistas con Guadalupe Miranda y comentario de Florence Rosemberg.

 

 


Entrevista con Lupita Miranda

La directora Guadalupe Miranda

Prisioneras en definitiva, pero mujeres ante todo, los dramas de sus vidas reflejan una sociedad a veces violenta y a menudo machista. En este universo carcelario un poco especial, su feminidad no está de sobra y una tierna complicidad atraviesa el documental, dibujando con una rara justicia el juego de espejos entre la sociedad y la prisión.

Miranda contó a Garcy Prensa Noticias durante su participación en el Festival de La Habana, que 'Relatos...' "es una película que surge por la idea de encontrar qué es la libertad, cómo buscarla, cómo se ejerce, si existe o si alguien la ha experimentado. Yo estaba pasando por un momento -aseguró-, en el que me sentía muy oprimida y quería abordar este tema por lo que me acerqué a quienes más podían hablar al respecto ya que carecen del nivel más primario de la libertad que es la libertad física".

- ¿Tuvo algún problema para solicitar los permisos de rodaje?

"Tardé ocho meses en conseguirlo durante los cuales estuve haciendo un trabajo de investigación teórica de campo muy intenso con películas documentales, novelas, de todo, y luego estuve trabajando en la cárcel directamente con las mujeres internas en un ejercicio que consistía en hacer fotonovelas con ellas, un taller de foto en el que ellas escribían un pensamiento, una idea o una historia y cada una podía tomar una foto de lo que escribía. Luego se montaban las fotos dentro del reclusorio y todas veían la exhibición.

Entonces durante estos ocho meses yo aproveché para conocer a las internas íntimamente sin haber pasado por un proceso de preguntas en las cuales estuviera yo preguntándoles sobre sus delitos. Era más una cuestión de acercamiento creativo.En ese tiempo yo pude darme a conocer con las autoridades y que vieran que las intenciones no iban a vulnerar su seguridad. Fue un poco difícil pero se logró al final".

- ¿Cómo transcurrió el rodaje con las reclusas?

"Se hizo en dos etapas. La primera fue en la navidad del 97 y la siguiente etapa fue en el 99, un año y medio después. En la primera etapa me concentré fundamentalmente en las entrevistas esperando tener tiempo también de hacer bastante levantamiento de imagen, pero como las cuestiones se fueron dificultando un poco pues no hice mucha imagen y ese es el motivo por el que regresé un tiempo después".

- ¿Surgió alguna otra dificultad con las prisioneras durante el rodaje?

Escena de "Hubo alguna que otra interna que en el momento de la filmación accedió a que la entrevistáramos y más tarde pidió no salir, no estar incluida porque ya habían salido libres y no querían que las reconocieran afuera ni tener recuerdos sobre esta situación tan dura que ellas habían pasado. Eso fue difícil para mí porque yo había hecho un trabajo de investigación con cada una de ellas. Al final creo que lo que quedó es lo que estaba persiguiendo, así que no tengo la percepción de haber perdido nada".

Producido por el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), dependiente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México, el documental 'Relatos desde el encierro' fue seleccionado entre más de cien filmes participantes de autores latinos. Guadalupe Miranda estudió fotografía y se formó en realización en el CCC. Ha elaborado varios documentales desde 1994 y el cortometraje 'Zona de derrumbe' en 1993, al tiempo que obtuvo el premio a la mejor producción mexicana en video en el III Festival Internacional de Escuelas de Cine del CCC en 1995.

 


Comentario de Florence Rosemberg al documental "Relatos desde el encierro"

"La cuestión es –dijo Alicia– si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes." "La cuestión es saber –dijo Humpty Dumpty– quién manda… y punto."
Lewis Carroll, Alicia a través del espejo
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Así pues, hay que creer que, debido a algún maleficio inherente a la historia, no son posibles todos los hombres juntamente; algunos están de sobra para los demás. Porque no hay que engañarse; el objetivo de la violencia, el término que persigue implícita o explícitamente, directa o indirectamente, es la muerte del otro, al menos su muerte o algo peor que su muerte.
Paul Ricoeur, Historia y verdad

Primero quiero agradecer a los organizadores de este encuentro, en especial a Toño Zirión por la invitación para comentar el magnífico documental Relatos desde el encierro que acabamos de mirar.

Son aproximadamente 30 minutos de una total atención, no puede uno distraerse porque la historia envuelve, atrapa. Este cortometraje le encoge el corazón a quien la mira, porque nos obliga de nuevo a ver lo que siempre hemos sabido. Están ahí, adentro, realidades que se vinculan con la historia social: la prisión, la violencia y el sufrimiento humano.

En nuestra sociedad, la violencia se ha convertido en tan cotidiana, tan presente y tan repetida como son aquellos niños, ancianos y discapacitados que vemos cotidianamente en la calle pidiendo limosna bajo la lluvia, o cuando observamos las guerras en la televisión en vivo y en directo desde nuestras salas, en otras palabras: vivimos anestesiados, porque la violencia se ha convertido también en un producto de consumo, en una mercancía…Las prisiones también son violencia organizada, violencia encerrada, violencia velada…

En el imaginario social sabemos que hay mucha gente que vive en las prisiones en nuestro país. Algunos datos: en el año de 2003, en México habían en total 191,890 presos, de los cuáles 182,500 (95.5%) eran hombres y el resto 9,300 (4.5%) eran mujeres; en total, había 451 cárceles en el país. (Berman, Marcelo, Cárceles en México: un estado de situación, CIDE, 2004, www.uoregon.edu/~caguirre/bergman_mexico.pdf). En el mismo trabajo, Marcelo Berman muestra un incremento del 100% en la población penitenciaria entre 1992 y 2003, y en el DF se triplicó entre 1994 al 2003, pues pasó de 7,800 a 23,000 presos.

¿Qué está sucediendo? ¿Por qué se duplica y triplica este tipo de población? ¿Acaso es que cada día tendremos que desaparecer a más sujetos? La respuesta inmediata que resalta en estas mujeres es la pobreza, la violencia y la desolación. Como se vio anteriormente, la población reclusa femenina es mucho menor que los hombres. La mujer encarcelada está sujeta a un doble orden: el orden patriarcal y el orden carcelario.

Muchas de ellas muestran un enojo con sus hombres que las abandonaron en momentos difíciles y cuando Guadalupe Miranda le pregunta a una joven que qué piensa acerca de la libertad, una de ellas responde que no existe, que ella ha estado toda su vida aprisionada.

En cuanto al orden carcelario, el documental muestra testimonios desgarradores a tal grado que uno se pregunta si el castigo (impuesto por los hombres) al que están sujetas no es excesivo. Porque además, el filme muestra claramente que para sobrevivir necesitan trabajar, y se ve claramente que hay una sobreexplotación a estas mujeres que como dice una entrevistada, trabajan siete días a la semana sin descanso. En México es un delito ser mujer como diría Elena Azaola, pero lo es aún más en las cárceles en donde sufren una doble discriminación porque cometieron un ilícito y porque son mujeres.

Las imágenes son una forma de almacenamiento cultural que nos permiten acceder a otra forma de conocimiento y que cuando éste muestra imágenes impactantes con el documental de Guadalupe Miranda, quedan en nuestra memoria como huellas imborrables, porque las narrativas estructuran diferentes tiempos y el tiempo del encierro es un tiempo desértico donde los acontecimientos se convierten en túneles sin salida, en miradas encontradas donde todo se vuelve uniforme y común.

Viendo el filme me recordé de la magnífica obra de M. Foucault, Vigilar y Castigar donde plantea el cambio fundamental de la mirada hacia el cuerpo: el siglo XIX hizo desaparecer la práctica del castigo como espectáculo, es decir, el suplicio, por otro más “ejemplar”. Es decir, que fuera observado por todos para que aquello que vieron como los castigos al cuerpo y las muertes en los centros de los pueblos y ciudades, los atemorice suficiente para que el delito no sea repetido. Lo que ahora se busca no es castigar el cuerpo sino corregir, reformar, curar al delincuente, al criminal. Asimismo, se busca ahora la corrección, la cura y no el dolor de la carne.

Otra imagen que aparece en el film es la del muro que rompe con el mundo del exterior. Se aprecian los cuervos volando y también se observa el panóptico. Es decir, las torretas donde se vigilan los cuerpos de las reclusas, cuerpos que son sujetados por esa sociedad disciplinaria y de dominación que está allá afuera cuyos tentáculos han institucionalizado cárceles, que a su vez son fábricas de delincuentes y éstos son útiles para el campo económico y para el campo político.

Otra situación que permea en los testimonios de estas mujeres es la maternidad. Muchas plantean la necesidad de ver más seguido a sus hijos, y otra vez surge el poder de los hombres: los hombres de la ley y los esposos o parejas que les arrancan a sus hijos. En muchos casos, ni siquiera les permiten verlos pues entre el enojo, la vergüenza y la dificultad para enfrentar la situación, castigan aún más a esas madres… En otros casos, como el de la señora, en la que sus hijos y su pareja van a visitarla y le expresan todo su cariño, apreciamos cuán dolorosas son las despedidas. Pero esta mujer allá en las noches oscuras sabe que no está sola… Para otra de las mujeres su máxima ilusión es tener un hijo.

Relatos desde el encierro es un documental desgarrador en el que se percibe el sufrimiento, la depresión y el horror a la soledad, pero a su vez se filtra una luz de solidaridad entre algunas mujeres que en su desesperación han tenido que comprender que la ayuda mutua es mejor que la desconfianza y la violencia.

Es evidente que las condiciones del penal son terribles. La mujer que no tiene para sus medicinas porque se cortó la mano en el trabajo prueba la incapacidad del Estado para mantener en buenas condiciones los penales en México. Esto muestra una vez más la violencia del poder para con esta minoría; ni siquiera se les considera ciudadanas, pues la ley les quita sus derechos como son el poder votar, heredar, etc. Esto muestra otra vez que los dominados no son dominados por igual, que las mujeres del documental tan bien pensado, tan bien hecho, son mujeres más castigadas que las que estamos afuera.

Quiero finalizar con una cita de M. Augé en relación con la otredad: “Si se admite que el objeto de la antropología es en primer lugar y esencialmente la idea que los demás se hacen de la relación de los unos con los otros: la primera alteridad (la de aquellos que estudia el antropólogo), comienza con el antropólogo mismo; esa alteridad no es necesariamente étnica o nacional, sino que puede ser social, profesional, residencial. Pero hay que agregar que, si bien la mirada del antropólogo puede hoy desplazarse, lo hace por efecto de una necesidad exterior: ciertamente, siempre hay sociedades alejadas (desde el punto de vista europeo) y siempre hay “minorías” cuyos modos de vida y de pensamiento pueden reanimar más particularmente el interés, o a veces la agresividad, de aquellos que componen la “mayoría”; pero el exotismo está definitivamente muerto o moribundo. En los siglos XVIII y XIX, en la conciencia occidental, el exotismo se debía a un doble sentimiento: el sentimiento de lo extraño, de lo lejano y, paralelamente, al sentimiento de cierta familiaridad… Hoy el planeta se ha encogido, se ha estrechado, la información y las imágenes circulan rápidamente, y por eso mismo, la dimensión mítica de los demás se borra. Los otros ya no son diferentes o, más exactamente, la alteridad continúa existiendo, sólo que los prestigios del exotismo se han desvanecido…La relación con el otro se establece en la proximidad, real o imaginaria. Y el otro, sin los prestigios del exotismo, es sencillamente el extranjero, a menudo temido, menos porque es diferente que porque está demasiado cerca de uno” (24, 25).

Las mujeres encerradas en Puente Grande son la clara muestra del estado en el que se encuentra nuestra sociedad, estas mujeres marginadas hablan por otras muchas, son las voces de nuestra conciencia, están en ese allá, pero ese allá no está tan lejos como el poder nos quiere hacer pensar. El documental de Guadalupe Miranda es una invitación-provocación a la reflexión tanto de hombres como de mujeres acerca de las pasiones, la sexualidad, la violencia y la pobreza. Le deseo más éxitos de los que ya ha acumulado y también deseo que estos testimonios puedan ser admirados por un mayor número de personas. Muchas felicidades y gracias.

 


Una Pregunta Ardiente: Entrevista con Guadalupe Miranda

por Tiosha Bojórquez

¿Se puede hablar realmente de un cine antropológico o una fotografía antropológica? Al utilizar estos términos, ¿no estaremos cayendo en un pleonasmo? Más allá del cine documental naturalista y las fotografías de paisajes, e incluso en estos géneros, ¿acaso no son antropológicos todo el cine y toda la fotografía, incluso la centrada en la arquitectura y el diseño industrial? ¿No es verdad que podemos aprender tanto, o quizá más, sobre la sociedad mexicana de mediados del siglo XX viendo una película de Tin Tan o Pedro Infante, que de lo que acerca de los inuit en el legendario documental Nanook, el esquimal (1922) de Robert Flaherty que, para muchos, es la primera “película antropológica” filmada?

El cine, incluso de ficción, puede utilizarse como documento etnográfico. Si bien las hiperbolizadas imágenes que la mayoría de las veces se nos presentan en la pantalla son meras evasiones, distorsiones de la realidad, esta evasión y distorsión es también significativa para el analista, pues muestra el ethos de la sociedad de la electricidad y la imagen de la que hablé ayer, después de la presentación de la película De Nadie; muestra a los inexistentes “ciudadanos perfectos” que habitan en la República Virtual Mediática.

Poco a poco, la academia se da cuenta de que el estudio del ser humano es la actividad de todo aquél que reflexiona sobre la vida y que en toda producción cultural está presente, como microcosmos, el macrocosmos del entramado simbólico en el que habitamos y que el investigador ruso, Iuri Lotman, definiera como “semiósfera”. El trabajo de Guadalupe Miranda busca derribar las barreras que fragmentan de manera artificial la experiencia humana y que, a final de cuentas, son las que nos hacen catalogar en géneros nuestras producciones culturales, de manera que nos sintamos obligados a poner las etiquetas de “antropológico” o “etnográfico” a lo que, simplemente, es cine y, por lo tanto, significativo tanto para el antropólogo como para el etnógrafo.

Como ella dice: “Es importante que las categorizaciones se hagan para explicarnos las cosas, no para separarlas[…] No creo que mi película sea una película antropológica, no la veo como una cosa de Antropología Visual, ni etnográfica. No la puedo poner ahí, porque no creo que [la antropología] sea la única rama que habla de la filosofía humana, de la existencia humana, de cómo sentimos”. Relatos desde el encierro es una película que, mostrando la cotidianidad de un grupo de mujeres presas en Puente Grande, Jalisco, habla sobre la libertad y cómo ésta sólo puede alcanzarse dentro de uno mismo, aun cuando se esté en la cárcel.

Como dice Lupita: “Lo que me motivó a hacer este documental fue una exploración interna de lo que significa la libertad para mí […], tocarla, que no sea una idea abstracta […] Uno realmente es una sola cosa, no eres estudiante, mujer, hija, eres todas esas cosas[…] Ser libre es ser tú sin tener miedo a cagarla, [es] decir lo que piensas, hacer lo que piensas, ser congruente, asumirte, verte, observarte y ser, nada más ser […] Tú no controlas nada, fluyes”.

Paty, Konny, Blanca, Jazmín, Karla, Rocío, Cerón, Vero, Madreselva, César, Mariana, las mujeres que aparecen en esta película, muestran una enorme intimidad con el equipo de producción. Y alcanzar este nivel de confianza, como sabemos los que hemos hecho trabajo de campo, no es fácil. Antes de este documental Lupita había hecho ya otro, titulado Las compañeras tienen grado, acerca de las mujeres zapatistas integrantes de la guardia del subcomandante Marcos y, desde entonces, sin formación antropológica alguna, comprendió que para obtener entrevistas significativas era necesario establecer relaciones honestas, de cercanía, con las personas con la que iba a trabajar.

En palabras de Lupita: “Sentarse y platicar, terminar hablando de los novios, acercándote, compartir el atún pues, muy, muy de cerca, es la única manera de acercarte a alguien, planteando: ‘no me interesa saber qué hiciste, sino quién eres y cómo estás y qué sientes’[…] No te puedes disfrazar, de que ‘ahora soy el campesino’; no, yo soy una chava de la ciudad y digo ‘chingar’ y digo ‘pinche’, no puedes dejar de ser tú… particularmente en esta situación, porque eso automáticamente te anula. En la cárcel, de lo que se trata es de quién tiene más recursos para sobrevivir[…] es una competencia por sobrevivir; quien se enoja y llora primero, ése es el que pierde”

Para Relatos desde el encierro, Lupita Miranda estudió una amplia bibliografía relacionada con el encierro y el sistema penitenciario. Tomó un curso de criminología y, antes de comenzar a filmar, organizó un taller de fotonovela en Puente Grande que duró ocho meses y en el cual, de acuerdo a la “química” que estableció con las mujeres que vemos en pantalla, estableció bases sólidas para llegar a la filmación. No sólo como cineasta o investigadora, sino como “observadora participante” en el mejor sentido del término: conviviendo ampliamente y compartiendo proyectos creativos, relacionándose con empatía con sus entrevistadas, rompiendo con la fragmentación implícita en la noción del “Otro”.

En Relatos… Lupita habla sobre “cómo se siente estar encerrada, qué se siente físicamente”, dándole preponderancia al cuerpo y la experiencia fisiológica, pues, como nos dice, “[en la cárcel] se sale el volcán, porque ellas son un volcán, porque todos somos un volcán[…] A final de cuentas, el alma humana, lo que somos, nada lo toca”.

A mí parecer, Relatos… es una película estructurada en dos secciones; en la primera la mitad la sonrisa es el punctum, como diría Roland Barthes, aquello en donde se centra la atención. Durante la primera mitad de Relatos…, las entrevistadas hablan de realidades verdaderamente trágicas con las sonrisas más angelicales. Por ejemplo, Konny menciona que le gusta cambiar y por eso al principio estar presa no le parecía tan duro, “se le hacía como un colegio de señoritas”; Rocío muestra una sonrisa enorme al contar que la agarraron “con 350 kilos de marihuana”, o al hablar sobre la protesta que organizaron cuando querían correr a la “Lic. Natasha”, durante la cual incluso secuestraron funcionarios.

Acerca de esta sonrisa, Guadalupe Miranda comenta: “Yo me quedé muy sacada de onda con esta sensación de tristeza, de profunda tristeza que te da el estar ahí. Pero tú te puedes estar riendo todo el día; en verdad, quedas con dolor de panza con todo lo que te ríes, porque han desarrollado una ironía y un sentido del humor de lo más ácido, corrosivo. Todo el día se están riendo de lo que les pasó, de lo que hicieron, de lo que les va a pasar. Se cagan de la risa de que todavía les faltan ocho años. Porque no tienes de otra, tú te ríes por no llorar, porque es ‘no nos vamos a dejar’, es esta resistencia. Para mí, la película es una película de cómo se aprende a sobrevivir[…] a disfrutar en lo que se pueda de la vida; a mí me gusta irme al lavadero e imaginarme que estoy en la playa, ése es un espacio que creo para sobrevivir”.

Sin embargo, hacia la segunda mitad del documental, se percibe una transición de la “sonrisa” al llanto, del aplomo al “carcelazo”. Relatos… jamás cae en el lugar común de la violencia y la anomia que caracterizan a la mayoría de las películas sobre la cárcel; sin embargo, después de dos años de edición al lado de Lucrecia Gutiérrez, Guadalupe Miranda logró transitar de los tonos rosas, el espacio íntimo de las reclusas, el baile y la sonrisa de la cual hablamos, hacia la opresión del sistema penitenciario. En palabras de Lupita, en términos de estructura, su película es: “Una espiral, que empieza abierta y se va haciendo como un cono encaminado hasta el vacío, hacia el abismo, que el abismo es realmente donde ellas [las reclusas] se sitúan. Un abismo que siento con una sonrisa, que vivo con una sonrisa, que vivo adentro de mí, tratando de sonreírle al mundo y verme al espejo con una sonrisa. Porque no nos vamos a dejar, no vamos a dar ni un paso atrás,[…] que es lo mismo que dicen los zapatistas”.

El proceso para la realización de Relatos… fue largo y, como se dijo, si bien la realizadora no tiene formación como antropóloga, ni tampoco considera que su película sea “antropológica”, en la mejor tradición de la antropología dialógica llevó el documento terminado a una proyección en la cárcel, donde algunas de las protagonistas que aún permanecen encerradas, como Cerón y Konny, pudieron verse. Otra de las protagonistas, Rocío, ya liberada, acudió al estreno de esta película en el Festival de Cine de Guadalajara y, a más de siete años de haber filmado, Lupita aún mantiene contacto con la mayoría de las mujeres que vimos. A mi parecer, como antropólogos, podemos aprender mucho de esta metodología y sobre todo, del compromiso mostrado en la producción de Relatos desde el encierro.

El texto que he presentado es producto de una entrevista que llevé a cabo el pasado ocho de agosto con Guadalupe Miranda. Como ella no puede estar aquí hoy, decidí usar el tiempo que se me asignó en estas Jornadas de Antropología Visual para presentar este pequeño ensayo/entrevista, intentando trasmitir la pasión, la “pregunta ardiente” con la que está hecha esta película… así nomás, ‘película’, sin otras etiquetas. Muchas gracias.

 


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